Dejé de escuchar sus pasos junto a mí, y solo el canto triste del violín en la Romanza en Fa de Beethoven entretejió los recuerdos, que uno a uno aparecían y se esfumaban con el mismo inapelable anacronismo. En el lugar correcto, y en el momento equivocado. La perfección es una ilusión, y lo imperfecto a veces, es simple y grotesco.
¿Qué es lo que queda, si no queda nada? Pero pesa tanto.