Frío III

El sonido de los pasos se pierde en la noche húmeda. No hace frio, pero  el lo siente, más allá de la piel.

Piensa en los que habrán caminado esas piedras y bajado aquellos escalones. Piensa y se recuerda diciendo: "...esta noche brindo con la luna para que cuando me emborrache,  sus lágrimas brillen en tu pelo  y cuando en el amor seamos uno, en el abrazo, queramos que ese instante sea la eternidad..."
Tiempos idos, tiempos dorados en su vida, en los que fuiste su dulce sueño.

La luna brilla en el agua.
Llegó. Abrió la puerta, y al entrar lo recibió el golpe de aire caliente,  el bullicio, la música, y la alegría en tus ojos.

Frio II

-8°C en Domodedovo,
Maria Callas canta "O mio babbino caro"...

y yo pienso en ti.

Si.
En ti.

"...On peut bien rire de moi
Je ferais n'importe quoi
Si tu me le demandais..."

"Mi incondicionalidad depende de ti y de cuan fuerte, en alguna parte,
 quiera yo cantar el himno" le dijo, aunque habló para si mismo mientras caminaba arrastrando la valija de cabina, en medio de la multitud.

Despues de todo... todo vale en el amor y en la guerra y un soldado y un enamorado llevan intrinsecamente la misma irracionalidad.

Sonrió para si, agradeciendo a todos los dioses del olimpo no ser ni lo uno ni lo otro en el mismo momento en que vió su nombre escrito con grandes letras en un iPad. Tal lo previsto,  alli esperaba quien lo llevaría al hotel.

καλή τύχη (buena suerte)

hoy existo en las palabras de Apostolos Kaldaras:

"...Δε σε κρίνω που δε μ’ αγαπάς
η καρδιά είναι δική σου
εγώ φεύγω από τη ζωή σου
και καλή τύχη όπου κι αν πας..."

"...no te reprocho no amarme,
tu corazón te pertenece.
Yo me estoy yendo de tu vida,
buena suerte para ti donde sea que vayas..."

(...)

Un templo oscuro al que abandonaron los dioses y los hombres. El vacío que rodea la supercuerdas de Hawking. Las uñas que se clavan en la carne, la espera de Penélope, los dedos que recorren las espaldas. Las luces de un faro en una noche de tormenta.
Todo pretenden ser, y nada son, por que también son la angustiosa espera  de ésas que están ausentes, por que sabemos que existen. Por que las estamos esperando. Por que existimos en las palabras.

Palabras

Bueno, dijo, y sonrió. Voy a escribir  para ti. Y de pronto sintió calor, como un fuego de leños de roble, que abraza el alma, en el frío nordico de Kobuk.
Algo cambió. Como si dejara de lado la perfección de Jacha Heifetz en el vigésimocuarto capricho  y cantara  con Vanessa Mae en la romanza número dos, opus 50, del ilustre sordo de Bonn.
Ahora será como la eterna disputa entre los taninos amargos del cabernet y la dulzura del merlot, pensó. Ya no importa lo que digan los dioses. Solo importa aquello de lo que sean capaces las palabras.